Parece improbable en el topn. Golpejones una función descriptiva. Si se alude a zorros o sus guaridas, ¿por qué el sufijo -ones? Es inverosímil postular que los zorros locales fueran particularmente grandes o pequeños. Sería preciso suponer que golpejón, con un sentido neutral 'zorro', estuvo lexicalizado en esta área. Pero no hay evidencias de ello, si bien el nombre del tejón contiene el mismo sufijo y ha sido abundante productor toponímico (parajes de nombre Tejonera, Tejoneras). Tampoco parece sufijación toponímica (de ser así, se habrían puesto en correlación dos lugares próximos, ambos llamados Golpejas; el menor, para diferenciarlo, habría recibido el nombre actual). Improbabilísimo, porque no consta lugar alguno del tipo Golpejas, Golpejos en la comarca; y porque la desinencia de plural es obstáculo al diminutivo toponímico.

Por ello, conviene explorar la posibilidad de que el topónimo contenga un apodo familiar o gentilicio. Como apodo, el nombre del zorro desempeña funciones metonímicas (oficio de cazador, pellejero), y sobre todo metafóricas (color del pelo; astucia; cobardía) (PatRomIII/1: 805). Argote de Molina explica que Gonzalo Yáñez [Téllez] de Meneses (c. 1250-c. 1286) «fue llamado por sobrenombre raposo, por ardides que usó en la guerra» (Nobleza del Andalucía, 1588: 91). En cuanto al sufijo, compárese el frecuente término portugués raposão 'taimado'.

Hay numerosos ejemplos medievales del gallegoportugués golpe, golpello ‘zorro’ usados como sobrenombre (PatRomIII/1: 807, 825). A ellos se suman los derivados de raposo (OPNW 430, 459; Boullón_2002) y zorro (OPNW 476). También consta el apodo Golpello, Golpeio en la Rioja medieval (PatRomIII/1: 825). Golparro fue un poeta juglaresco gallego del s. XIII (OPNW 430): es forma sufijada, despectiva, según Machado sugiriendo cualidades de suma astucia ["significaria raposão, isto é, 'muito manhoso'] (DOELP 725; PatRomIII/1: 814). El exacto cognado en francés antiguo go[u]pillon ‘zorro pequeño’ da lugar también a un apellido (PatRomIII/1: 830-831).

No es descartable en este caso que el topónimo petrifique el apodo colectivo de los pobladores: un nombre étnico, pues, que (comparando con la proverbial fineza acomodaticia de la zorra) aludiría a la supuesta astucia o ambivalencia cultural [¿mozárabes?] de éstos, aunque las conjeturas en este sentido tropiezan con la falta de evidencias tajantes. Entre los gentilicios populares destaca por su relativa frecuencia raposos. A los de San Cebrián de Mazote se les apoda colectivamente raposos. Quizás es excesiva proyección hacia el pasado recordar que el lugar surge en torno a su iglesia, fundada por mozárabes cordobeses. Gil Vicente califica a otra minoría, la de los judíos, de raposos (también lobos, perversos, falsa ralea) en su Auto da Cananeia (1534), como hace notar Caro Baroja (JudíosEspCont II: 400). En cualquier caso, no es indicio concluyente, porque este dicterio es relativamente común y se debe a múltiples causas: el baldón se aplica por ejemplo a los amigos de lo ajeno, o los que venden con provecho abusivo; a los de Cuevas de San Clemente BU también se les llama raposos, probablemente sugiriendo que viven, como los zorros, en cuevas.