MURCĬA
Murcia era el nombre de un paraje y un santuario de la antigua ciudad de Roma. Vallis Murciae 'el valle de Murcia', se hallaba encajado entre las colinas Palatina y Aventina, cerca del Circus Maximus. Uno de los dos extremos de la celibérrima pista de carreras del circo se llamaba, por este motivo, Murciae Metae. Este topónimo sigue vigente en el callejero actual de la ciudad de Roma bajo la forma Via di Valle Murcia. Se trata de una vía amplia que atraviesa una zona con césped y árboles, sin edificaciones, no muy lejos del Río Tíber.
Murcia era, además, una de las más antiguas deidades de la ciudad de Roma, y su culto se celebraba en un pequeño santuario ubicado junto al Circo Máximo. Existían, entre los filólogos romanos, diferentes opiniones acerca del origen del nombre Murcia, pero la más verosímil lo vincularía con Murcus, antigua denominación de la colina Aventina, a cuyo pie se ubicaba el valle y santuario de Murcia. El significado originario de la voz murcus era 'cortado, truncado', que seguramente aludiría a la forma de la colina (DÉLL 422). Murcĭa derivaría de Murcus mediante el sufijo adjetivo -ĕu/-ĕa. En el latín vulgar las terminaciones átonas -cĕa y -cĭa habían confluido en una misma pronunciación /-tsia/, lo que explicaría el cambio ortográfico murcĕa > Murcĭa.
Pero las confusiones ortográficas no acabaron ahí. También las terminaciones átonas -tĕa y -tĭa se habían fusionado en el mismo grupo fonético /-tsia/. Esto significaba que el compuesto murtĕa 'murtal, plantación de mirto' (< murta + -ĕa) también se pronunciaba como Murcĭa. Ahora el mirto era una planta sagrada para la diosa Venus, y por este motivo la deidad que se adoraba en el santuario de Murcia (Roma) pasó a llamarse Venus Murcia. Por otra parte, los que no querían hacer el servicio militar se cortaban el pulgar, y por est motivo se les aplicaba el adjetivo murcus 'cortado, mutilado', formándose el adjetivo murcĕu 'lento, perezoso, vago' —derivado de este vocablo y pronunciado también /múrtsiu/— y el cognomen Murcĭus, alusivo a esa condición. De ahí que Venus Murcia se convirtió en la patrona de los cobardes y perezosos (DÉLL 422).
Redaición: Robert Pocklington Freakley