ĀCRĬFŎLIU, ACĬFŎLIU
La forma del lat. clásico es AQUĬFŎLIUM, un compuesto de un primer elemento aqui- de la raíz *ac-, que significa "afilado", " en punta", "que pincha" y FŎLIUM, "hoja". Una buena descripción, en efecto, de las hojas punzantes del acebo. Esta forma clásica parece que fue sustituida en latín tardío por distintas formas alternantes, principalmente ĀCRĬFŎLIUM y ACĬFŎLIUM, pero también *ACRĬFŎLUM y ACĬFŎLUM, que deben ser consideradas a su vez variantes de las anteriores todas ellas en gran medida influenciadas por gr.ὀξύφυλλον, como tantos otros nombres botánicos (así TRĬFŎLIUM, "trébol", ha cambiado en *TRĬFŎLUM por influencia de griego) y también, ya el interior del latín, por el adjetivo ĀCER ĀCRIS ĀCRE. En todo este amplio y complejo conjunto de formas el tipo ĀCRĬFŎLIUM parece el más reciente. La palabra está muy bien atestiguada en el conjunto románico: port. azevinho, gall. acivo, acevo, acivro, acevro (Navaza_Fitotop, 35-41, con enorme abundancia de datos), cast. acebo, cat. grèvol, it. agrifoglio, afr. aigrefueille, prov. agrefuelh, etc (REW 113, DÉLL s.v. ac-, DCECH s. v. acebo, DCat s.v. grèvol).
La forma castellana acebo coincide casi en todo con el gallego acivo y el portugués azevinho. Naturalmente la desaparición de /l/ intervocálica es esperable en gallego-portugués, pero sorprende en castellano. Con ello, caben básicamente dos posibilidades. La primera es pensar en que la forma castellana es un préstamo gallego-portugués, cosa de la que puede haber otros paralelos, pero que sorprende por lo arraigado de la palabra y precisamente por la toponimia, que no mostraría en territorio castellano rastros conocidos de la forma local. La segunda es pensar en que a partir de una forma *ACĬFŎLU se ha derivado una forma *ACĬFU (llana) al haber analizado el hablante la primera como diminutivo. Este hecho cuenta con otros aparentes paralelos precisamente en este campo semántico, como es el caso de lat. PŌPŬLUS, "chopo", cuyo resultado castellano pobo muestra una evolución muy semejante, con desaparición del aparente sufijo de diminutivo.
La forma estándar de la lengua catalana es grèvol procedente con cierta seguridad de lat. *acrifolum antes mencionado, con aféresis de /a/. Esta forma ha dejado otros resultados en territorio románico, entre los que se propone precisamente el topónimo castellano Arévalo, cuya evolución a partir de un origen en todo igual al del vocablo catalán habría que atribuir al sustrato precastellano.
Redaición: E. Nieto Ballester