TOLĒTU
TOLETU(M), así documentado en numerosas fuentes latinas, es claramente el étimo del topónimo Toledo. Sin embargo, cuando se trata de averiguar el origen último de dicha voz, que desde luego no es latino, la certeza se transforma en incertidumbre. Mucho se ha escrito al respecto sin que podamos tener, por el momento, seguridad alguna.
Dejando al margen las abundantes interpretaciones etimológicas sin rigor científico que se han ido sucediendo desde antiguo y hasta la actualidad, cabría en todo caso postular dos vías explicativas, que suelen ir en consonancia con los tipos de motivación toponímica más frecuentes en el análisis de nombres de lugar prerromanos y de las bases que estos contienen. Por un lado, la de la posible motivación oronímica; y por otro, la de la motivación hidronímica, Para la primera se ha hablado preferentemente de una base tol- con el valor de 'prominencia, altura, cerro' (cf. Galmés_2000: 122-123), mientras que para la segunda Villar, uno de los que más se ha pronunciado, ha apuntado en distintos estudios (cf., por ejemplo, Villar_1993) hacia una raíz *(s)tel- ‘soltar un líquido, charco, pantano’.
Téngase en cuenta que para Toledo, la capital castellanomanchega, ambas motivaciones, la oronímica y la hidronímica, encontrarían excelentes –y permanentes– referentes en la colina, cerro o peña en que se asienta Toledo, y en el río Tajo que la circunda, por lo que, en lo que a la realidad referencial se refiere, quedarían sobradamente justificadas.
Por su parte, aunque parece presumirse que la lengua de partida sería indoeuropea (quizás indoeuropea precéltica), tampoco hay seguridad sobre ello. Se ha relacionado Toledo y TOLĒTU con toda una serie de topónimos que, en principio, vienen a corresponderse con territorio de lenguas célticas e indoeuropeas –entre ellos, estaría el de Tolosa–, pero ni es segura esa relación ni tampoco lo es el origen de esos topónimos.
En el étimo se ha distinguido, además, un posible sufijo -ĒTO, añadido a la raíz, que sería también nativo prerromano y no consecuencia de la latinización. Así lo considera Villar_2000 (358).
Redação: J. J. García Sánchez